
El manual de ajuste y dependencia de Milei
Por Adán Bahl
En los tiempos que corren los procesos políticos están íntimamente vinculados a la evolución de la opinión pública, que hoy se mueve al ritmo vertiginoso de los algoritmos y del humor social. Las lealtades políticas no escapan a estas dinámicas y se diluyen con una velocidad inédita. La estabilidad de las identidades partidarias, que durante décadas definió el comportamiento electoral, fue reemplazada por un voto líquido, emocional y muchas veces reactivo. Los electores ya no deciden en función de grandes narrativas ideológicas, sino al compás de los estímulos inmediatos: una tendencia en redes, una crisis económica o un escándalo con dólares del narcotráfico. En este escenario, la política se vuelve un mercado de sensaciones más que de convicciones, y los liderazgos se construyen y se deshacen a la misma velocidad con que cambian los algoritmos.
Si como dijo Marx para referirse a la modernidad, todo lo sólido se desvanece en el aire, la Argentina de Milei parece llevar esa idea hasta el paroxismo: los vínculos políticos, las identidades partidarias y las decisiones electorales se vuelven transitorias, efímeras, moldeadas por emociones momentáneas, redes sociales y shocks mediáticos y lo que hace apenas dos meses parecía un hecho consumado —un triunfo seguro de Milei y Frigerio en Entre Ríos— hoy parece desvanecerse en el aire.
El escándalo que involucra al diputado nacional José Luis Espert y sus vínculos con Fred Machado, un “empresario” ligado al narcotráfico y financista de su campaña, abrió una onda expansiva que difícilmente se pueda contener. Ni siquiera su renuncia a la candidatura en la provincia de Buenos Aires alcanza para frenar los efectos políticos.
El jueves 2 de octubre, en el marco del programa El Ventilador (Canal Once), fue consultado el gobernador Rogelio Frigerio, artífice de la lista oficial junto a Karina Milei, cómo estaba viviendo el “caso Espert” y si consideraba que podía afectar la campaña en Entre Ríos. Su respuesta llamó la atención:
“No me sorprende que, lamentablemente, se judicialice la política, ya que siempre en las campañas hay denuncias judiciales. Hace 15, 20 o 30 años esto no pasaba; es parte de la degradación de la política para llegar al poder. (…) La causa tiene cinco años: cuando Espert no era dirigente político y estaba en el sector privado, es decir, toman cosas viejas y vuelven a instalarlas. Independientemente de lo que la justicia disponga, no tengo ni idea de la causa”.
Con el diario del lunes, y la renuncia de Espert forzada por el propio gobierno nacional, Frigerio debe haberse arrepentido de no aprovechar aquella oportunidad para diferenciarse y pedirle que se apartara de la campaña, como sí lo hizo Patricia Bullrich.
En apenas 40 días, el oficialismo nacional sufrió una seguidilla de golpes: los audios de Spagnuolo, la derrota por 13 puntos en Buenos Aires, una corrida cambiaria, el insólito rescate oral de Donald Trump y la confirmación de que su candidato estrella había recibido dinero de un empresario preso por lavado y narcotráfico.
Milei enfrenta problemas terrenales propios de un líder acorralado por la adversidad y la pérdida de confianza. La Casa Blanca y el FMI le exigen pruebas de que puede construir una coalición estable para sostener su mandato. Pero el verdadero problema del libertario no es solo de estilo o de tono: es estructural.
En la elección bonaerense se perdió la característica que lo hacía original: su condición de partido policlasista. La Libertad Avanza retuvo el apoyo de sectores medios y altos, pero perdió penetración en los barrios más pobres. Esa transversalidad social fue clave en 2023 y hoy parece resquebrajarse. A la vez, el discurso directo y confrontativo que le dio frescura empieza a volverse un lastre cuando los resultados no acompañan.
El Milei que hoy se refugia en un antiperonismo clásico —el mismo nicho en el que pescaban radicales y cambiemitas— se parece cada vez menos al fenómeno disruptivo que irrumpió en la política argentina. Basta con observar el eslogan de campaña: “Kirchnerismo nunca más”. Ya no hay frescura ni transversalidad, como advertimos en un informe de Eje Consultora en 2023 al analizar el fenómeno Milei en Entre Ríos.
Hoy el escenario entrerriano combina tres factores: alta polarización, un 25% de indecisos y una tendencia creciente hacia el voto útil a medida que se acerca el 26 de octubre. El interrogante central es hacia dónde se volcarán esos indecisos.
El Índice de Confianza en el Gobierno (UTDT) registró en septiembre una caída del 8,2% y acumula un retroceso interanual del 10%. Milei es el dirigente que más imagen ha perdido en los últimos meses, y esto impacta directamente en la motivación de sus votantes. En contraste, quienes desean castigar al oficialismo se muestran más dispuestos a concurrir a las urnas.
Si el comportamiento en Entre Ríos replica lo ocurrido en Buenos Aires —donde de cada diez abstenciones ocho eran libertarios—, el riesgo para Milei y Frigerio es evidente: un ausentismo diferencial que puede costarles la elección. En cambio, si el PJ logra retener su base y la oposición capitaliza el voto castigo, aparece como la alternativa más competitiva para polarizar el escenario.
El “caso Espert”, en definitiva, no es solo un problema judicial ni una anécdota de campaña: es un síntoma de cómo los errores no forzados del gobierno nacional pueden impactar directamente en sus aliados provinciales. Y en Entre Ríos, ese impacto puede ser decisivo.
Por Adán Bahl
Por Álvaro Gabás
Por Roque Guillermo Benedetto*
Por Adán Bahl
Por Ezequiel Re
Por Roberto Domingo, Alejandro Di Palma
Por Rubén Pagliotto
Por Ezequiel Re
Por César Baudino
Por Ricardo Bravo
Por Álvaro Gabás
¿En qué puedo ayudarte?
La conversación se termina al cerrar la ventana.
No me contestaste y tenía que hacer un trámite, pero no hay problema; chiflame y estoy.