Fue a propósito de una comunicación del Consejo General de Educación (CGE) dirigida a las escuelas, en las que anoticiaba a las instituciones sobre tareas de limpieza, desmalezado y acondicionamiento que se realizarán durante el receso. Escribieron “tanke” por “tanque”, y Álvarez Miorelli comentó al respecto: “Al abrir el archivo, es peor”.
En ese contexto, el docente expresó:
“Quien suscribe, Profesor Pablo Alejandro Alvarez Miorelli, vicedirector titular por concurso público de oposición y antecedentes de la Escuela Nina, NEP N.º 196 Marcelino Román, y en cumplimiento de las responsabilidades inherentes, conforme al Régimen de Roles y Funciones del CGE y al marco normativo del CFE, expreso formalmente mi posicionamiento institucional respecto de la comunicación oficial remitida”.
“Desde el lugar que ocupo -y que no es meramente administrativo, sino pedagógico, ético y político en el sentido más profundo del término- manifiesto el más absoluto repudio al contenido y, especialmente, a la forma de dicha comunicación”.
“Resulta alarmante que un documento emanado de un organismo rector del sistema educativo presente errores elementales de escritura, ausencia de signos de puntuación y un descuido general de la lengua escrita, incluyendo la incorrecta denominación de archivos oficiales. Este hecho, lejos de ser anecdótico, expresa una preocupante degradación institucional”.
“El modo en que el Estado escribe también educa. Cuando la palabra oficial es descuidada, imprecisa o negligente, se debilita no solo la comunicación administrativa, sino también el respeto por la tarea docente, por los trabajadores de la educación y por la educación pública entendida como derecho humano fundamental”.
“Estas prácticas se inscriben en un contexto más amplio de ajuste, disciplinamiento y persecución hacia el colectivo docente, materializado en descuentos salariales, sumarios y presiones administrativas que impactan de manera directa en la vida, la salud y la dignidad de las trabajadoras y los trabajadores de la educación”.
“Desde mi rol como educador, no puedo ni debo naturalizar semejante nivel de decadencia simbólica y pedagógica. Defender la educación pública implica también señalar con claridad estas falencias, porque la calidad educativa no se declama: se construye cotidianamente, empezando por el cuidado de la palabra”.
“Solicito que esta respuesta sea incorporada al circuito administrativo correspondiente, dejando constancia expresa del posicionamiento institucional aquí manifestado”.